Hay días como hoy en los
que una no quiere hacer nada, mucho menos escribir un texto. Menos cuando ese
texto es indispensable para continuar con un proyecto que actualmente te
mantiene económicamente. De no existir el proyecto no habría manera de comprar
un chocolate, elemento motivacional que decides comer como impulsor para
escribir el texto (esto a pesar de la dieta, porque las actrices deben estar en
su peso según me han dicho varias veces[1]).
Después de comerlo, llega la culpa, construyendo una tristeza y decepción para
con una misma tan grande (¡oh! actriz desdichada que nunca entrará al casting
de comerciales) que la motivación termina accionando de manera contraria y se
convierte en la causa perfecta para no escribir el texto del proyecto que
tienes que escribir y lleva a la actriz a reflexionar que ya no quiere actuar,
que quiera hacer otra cosa, cualquier cosa menos actuar. Empieza el juego de
las posibilidades: mesera, maestra, asistente de alguien. Y es así como la
epifanía aparece en la punta de la lengua: ¡escribir! Bendito chocolate,
impulsor motivacional por excelencia. Como diría el pretendiente de Jack Lemmon
al final de la película Some like it hot! (1959), tras descubrir que su
amada es en realidad un corpulento varón:
“Nadie es perfecto”.
Si algo caracterizó al
conjunto de entrevistas que realicé a actrices y actores durante febrero, a
petición de José Caballero mi asesor del mes, fue el fracaso y el accidente. Muchas
veces mi cámara dejó de grabar de un momento a otro, y yo, apenada por el error
tecnológico no pude avisarle al entrevistado que continuó hablando
apasionadamente (este equívoco se nota particularmente en la entrevista con
Rosa María Bianchi). Nunca conseguí un tripié por lo que las entrevistas largas
terminaron siendo una prueba de pulso y paciencia frente a la adversidad (es
posible ver en la entrevista con Gerardo Trejo Luna el cambio de encuadre
después de cierto tiempo en cada pregunta). Con Mariana Villegas la cámara
creía tener la memoria llena aunque yo la había vaciado en casa y tuve que
continuar la entrevista con mi celular cambiando el formato del video de
horizontal a vertical, en las entrevistas de Rebeca Trejo y Tomás Rojas el
ruido de la calle hace que sea casi imposible escuchar lo que dicen, a la de
Úrsula Pruneda la falta una pregunta que olvidé hacer, me fue imposible
conducir la entrevista con Margarita Sanz a quien sólo pude hacerle tres
preguntas porque se llenó la memoria de la cámara (esta vez sí completamente
vacía) y la peor de todas fue la entrevista a Ana Ofelia Murguía, grabada en
audio en mi celular y perdida en los confines de la volátil memoria tecnológica.
Por último, hay que recalcar mis pobres habilidades de edición en i Movie,
programa en el que no pude ocultar ninguno de mis errores, que muy por el
contrario, quedaron evidenciados bajo una estética de video escolar poco
adecuada y medio de mal gusto para ser utilizada en un proyecto que nos deja
comprar chocolates y nos mantiene con tanta tranquilidad.
Aquellos que aseveran que
el actor debe dedicarse a actuar y nada más, pueden sentirse satisfechos frente
a mi fracaso.
Una vez expuestos los
imperfectos de mi proceso periodístico de esta faceta de mi búsqueda por
desentrañar los misterios del entrenamiento del actor, podemos pasar a los
hallazgos y conclusiones de las entrevistas.
- A los actores les gusta que les hagan entrevistas.
- Hay actores que hacen teatro, lo que hacen cine y teatro, los que hacen televisión, cine y teatro, los que hacen televisión, cine y teatro y dan clases, los que hacen teatro y dan clases, los que hacen teatro y hacen castings, los que hacen teatro y producen, lo que hacen teatro, cine, televisión, castings y producen.
- Los actores están de acuerdo en que hay que leer y mantenerse informado, que hay que caminar, ver teatro, ver a otros actores, ver películas y hacer cosas que alimenten el espíritu y el alma.
- La mayoría de los actores hacen ejercicio. Yoga, nadan, corren, van al gimnasio. Otros no hacen nada pero piensan que deberían empezar a hacerlo. A unos les gusta, a otros no. Algunos llegan a una edad en la que parece que ya no se necesita hacer nada.
- Los actores piensan cosas muy distintas sobre la creatividad del actor, pero todos la consideran importante. Algunos la limitan a proponer o no, pensando en un diálogo creativo con el director, otros la consideran la base fundamental del oficio.
- Hay actores a los que les gusta mucho hablar. Otros que se ponen nerviosos.
- Hay actores que tienen un entrenamiento muy claro, suelen ser los que dan clases. Otros que no y que van resolviendo sobre la marcha.
- Algunos actores tienen mayor facilidad para separar la idea del “yo” de la del “personaje”, para otros es más complicado.
- Todos los actores que entrevisté, exceptuando a Mariana Villegas, se sienten nerviosos en el escenario.
- “Más vale el diablo por viejo que por diablo”.
- Los periodistas conocen muchas casas y una casa siempre habla mucho de quien la habita.
- Ana Ofelia Murguía frente a la pregunta “¿Cómo te mantienes actoralmente en forma?”, contestó “Eso es como de la escuela, ¿no? Pues no sé, yo ahí sí estaría de acuerdo con lo que dijo Pepe, trabajando”.
¿Ha resultado provechosa mi inserción en el mundo del reportaje y la investigación? ¿No somos todos
los miembros del campo teatral un poco detectives, chismosos, reporteros de
revistas del corazón o teóricos filosóficos dependiendo la ocasión?
El objetivo de las
entrevistas era poder generar una relación entre el entrenamiento que realizan
los actores y su desempeño en escena. Debo decir que las respuestas más
interesantes vinieron de aquellos entrevistados que contestaban de una manera
más etimológica que práctica. Más allá de desentrañar el por qué un actor es
bueno o malo, tiene una mejor función un día que otro, por qué parece resolver
un personaje con mayor soltura o menos facilidad, podría concluir que
hay algo de por sí interesante y valioso en los motivos que llevan a una
persona a ser actor, a preparase diariamente para hacerlo, a mantenerse alerta
frente a la posibilidad de un nuevo proyecto a desarrollar.
Es un hecho que el
establecer este tipo de diálogo genera una cadena de reflexión sobre el quehacer
del actor. No es una mala costumbre, ni nunca lo será, el que las generaciones
jóvenes se acerquen con las más grandes y escuchen sus historias. Tampoco que
entre compañeros de oficio nos hagamos preguntas para buscar en las respuestas del
otro las propias. Hacer un sondeo nos puede llevar a conclusiones que
clarifican el camino y dan idea del panorama en el que nos encontramos. Ahí
están las entrevistas para quien las quiera escuchar, con todo y sus errores y
estética escolar. Invito al ejercicio periodístico a todo aquel que no tema al
fracaso del manejo de tecnologías para las que no es nada útil saber cantar,
tener buena memoria o hacer un mortal.
Y sí, inevitablemente
estos encuentros me llevaron a reflexionar sobre mis propias manías e identidad.
Hoy, puedo decir, que soy una actriz a la que le gusta escuchar sobre los
tiempos en los que hacer teatro tenía mucho sentido, a la que le gusta conocer
casas de desconocidos, que no sabe hacer videos, ni mantiene una buena relación
con la tecnología, a la que le gusta comer chocolate y no hacer ejercicio, que
no es una gaviota, pero tampoco únicamente es una actriz. “Nadie es perfecto”.
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