domingo, 2 de marzo de 2014

Las actrices no comen chocolate o quiero ser como Marilyn (Conclusiones sobre el entrenamiento de José Caballero)




Hay días como hoy en los que una no quiere hacer nada, mucho menos escribir un texto. Menos cuando ese texto es indispensable para continuar con un proyecto que actualmente te mantiene económicamente. De no existir el proyecto no habría manera de comprar un chocolate, elemento motivacional que decides comer como impulsor para escribir el texto (esto a pesar de la dieta, porque las actrices deben estar en su peso según me han dicho varias veces[1]). Después de comerlo, llega la culpa, construyendo una tristeza y decepción para con una misma tan grande (¡oh! actriz desdichada que nunca entrará al casting de comerciales) que la motivación termina accionando de manera contraria y se convierte en la causa perfecta para no escribir el texto del proyecto que tienes que escribir y lleva a la actriz a reflexionar que ya no quiere actuar, que quiera hacer otra cosa, cualquier cosa menos actuar. Empieza el juego de las posibilidades: mesera, maestra, asistente de alguien. Y es así como la epifanía aparece en la punta de la lengua: ¡escribir! Bendito chocolate, impulsor motivacional por excelencia. Como diría el pretendiente de Jack Lemmon al final de la película Some like it hot! (1959), tras descubrir que su amada es en realidad un corpulento varón:  “Nadie es perfecto”.


Si algo caracterizó al conjunto de entrevistas que realicé a actrices y actores durante febrero, a petición de José Caballero mi asesor del mes, fue el fracaso y el accidente. Muchas veces mi cámara dejó de grabar de un momento a otro, y yo, apenada por el error tecnológico no pude avisarle al entrevistado que continuó hablando apasionadamente (este equívoco se nota particularmente en la entrevista con Rosa María Bianchi). Nunca conseguí un tripié por lo que las entrevistas largas terminaron siendo una prueba de pulso y paciencia frente a la adversidad (es posible ver en la entrevista con Gerardo Trejo Luna el cambio de encuadre después de cierto tiempo en cada pregunta). Con Mariana Villegas la cámara creía tener la memoria llena aunque yo la había vaciado en casa y tuve que continuar la entrevista con mi celular cambiando el formato del video de horizontal a vertical, en las entrevistas de Rebeca Trejo y Tomás Rojas el ruido de la calle hace que sea casi imposible escuchar lo que dicen, a la de Úrsula Pruneda la falta una pregunta que olvidé hacer, me fue imposible conducir la entrevista con Margarita Sanz a quien sólo pude hacerle tres preguntas porque se llenó la memoria de la cámara (esta vez sí completamente vacía) y la peor de todas fue la entrevista a Ana Ofelia Murguía, grabada en audio en mi celular y perdida en los confines de la volátil memoria tecnológica. Por último, hay que recalcar mis pobres habilidades de edición en i Movie, programa en el que no pude ocultar ninguno de mis errores, que muy por el contrario, quedaron evidenciados bajo una estética de video escolar poco adecuada y medio de mal gusto para ser utilizada en un proyecto que nos deja comprar chocolates y nos mantiene con tanta tranquilidad.

Aquellos que aseveran que el actor debe dedicarse a actuar y nada más, pueden sentirse satisfechos frente a mi fracaso.

Una vez expuestos los imperfectos de mi proceso periodístico de esta faceta de mi búsqueda por desentrañar los misterios del entrenamiento del actor, podemos pasar a los hallazgos y conclusiones de las entrevistas.

  1.    A los actores les gusta que les hagan entrevistas.
  2.    Hay actores que hacen teatro, lo que hacen cine y teatro, los que hacen televisión, cine y teatro, los que hacen televisión, cine y teatro y dan clases, los que hacen teatro y dan clases, los que hacen teatro y hacen castings, los que hacen teatro y producen, lo que hacen teatro, cine, televisión, castings y producen.
  3.  Los actores están de acuerdo en que hay que leer y mantenerse informado, que hay que caminar, ver teatro, ver a otros actores, ver películas y hacer cosas que alimenten el espíritu y el alma.
  4.   La mayoría de los actores hacen ejercicio. Yoga, nadan, corren, van al gimnasio. Otros no hacen nada pero piensan que deberían empezar a hacerlo. A unos les gusta, a otros no. Algunos llegan a una edad en la que parece que ya no se necesita hacer nada.
  5. Los actores piensan cosas muy distintas sobre la creatividad del actor, pero todos la consideran importante. Algunos la limitan a proponer o no, pensando en un diálogo creativo con el director, otros la consideran la base fundamental del oficio.
  6.  Hay actores a los que les gusta mucho hablar. Otros que se ponen nerviosos.
  7. Hay actores que tienen un entrenamiento muy claro, suelen ser los que dan clases. Otros que no y que van resolviendo sobre la marcha.
  8.  Algunos actores tienen mayor facilidad para separar la idea del “yo” de la del “personaje”, para otros es más complicado.
  9. Todos los actores que entrevisté, exceptuando a Mariana Villegas, se sienten nerviosos en el escenario.
  10. “Más vale el diablo por viejo que por diablo”.
  11. Los periodistas conocen muchas casas y una casa siempre habla mucho de quien la habita.
  12. Ana Ofelia Murguía frente a la pregunta “¿Cómo te mantienes actoralmente en forma?”, contestó “Eso es como de la escuela, ¿no? Pues no sé, yo ahí sí estaría de acuerdo con lo que dijo Pepe, trabajando”.
¿Ha resultado provechosa mi inserción en el mundo del reportaje y la investigación? ¿No somos todos los miembros del campo teatral un poco detectives, chismosos, reporteros de revistas del corazón o teóricos filosóficos dependiendo la ocasión?

El objetivo de las entrevistas era poder generar una relación entre el entrenamiento que realizan los actores y su desempeño en escena. Debo decir que las respuestas más interesantes vinieron de aquellos entrevistados que contestaban de una manera más etimológica que práctica. Más allá de desentrañar el por qué un actor es bueno o malo, tiene una mejor función un día que otro, por qué parece resolver un personaje con mayor soltura o menos facilidad, podría concluir que hay algo de por sí interesante y valioso en los motivos que llevan a una persona a ser actor, a preparase diariamente para hacerlo, a mantenerse alerta frente a la posibilidad de un nuevo proyecto a desarrollar. 

Es un hecho que el establecer este tipo de diálogo genera una cadena de reflexión sobre el quehacer del actor. No es una mala costumbre, ni nunca lo será, el que las generaciones jóvenes se acerquen con las más grandes y escuchen sus historias. Tampoco que entre compañeros de oficio nos hagamos preguntas para buscar en las respuestas del otro las propias. Hacer un sondeo nos puede llevar a conclusiones que clarifican el camino y dan idea del panorama en el que nos encontramos. Ahí están las entrevistas para quien las quiera escuchar, con todo y sus errores y estética escolar. Invito al ejercicio periodístico a todo aquel que no tema al fracaso del manejo de tecnologías para las que no es nada útil saber cantar, tener buena memoria o hacer un mortal.

Y sí, inevitablemente estos encuentros me llevaron a reflexionar sobre mis propias manías e identidad. Hoy, puedo decir, que soy una actriz a la que le gusta escuchar sobre los tiempos en los que hacer teatro tenía mucho sentido, a la que le gusta conocer casas de desconocidos, que no sabe hacer videos, ni mantiene una buena relación con la tecnología, a la que le gusta comer chocolate y no hacer ejercicio, que no es una gaviota, pero tampoco únicamente es una actriz. “Nadie es perfecto”.







[1] Véase Las gordas, proyecto de la compañía Pentimento.

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